El ascensor surgió como el complemento moderno ideal en las grandes ciudades. Era imperativo buscar una solución eficaz que permitiese organizar nuestra vida y salvar aquellos grandes desniveles para poder vivir cómodamente.
El ascensor se coló rápidamente en nuestra existencia, convirtiéndose en un imprescindible más para mejorar la vida de los residentes de edificios de una o varias plantas. Los avances en el sector de la arquitectura, ingeniería y edificación así lo permitieron, favoreciendo el desarrollo de este fantástico invento que pasaría a los anales de la historia.
¿Cuál fue el primer ascensor de la historia?
Tenemos que remontarnos a la época romana, alrededor del año 236 antes de Cristo, cuando el matemático Arquímedes desarrolló un mecanismo para trasladar materiales pesados de construcción. Lógicamente se trataba de artilugios mucho más rudimentarios, formados por estructuras abiertas que estaban suspendidas por cuerdas de cáñamo, siendo activadas por personas o animales.
A partir de ese momento, los artículos de elevación dedicados a este menester fueron en aumento. La evolución a nivel técnico y el desarrollo de diferentes mecanismos complejos dieron lugar al nacimiento del montacargas, que con el paso del tiempo se convertiría en el ascensor moderno.
Sin embargo, el primer ascensor de la historia, como prototipo similar a lo que hoy conocemos, no fue creado hasta el siglo XIX a manos del inventor estadounidense Elisha G. Otis. Este fabricante de ascensores inventó un dispositivo de seguridad para amortiguar la caída y sus innovaciones en elevación y seguridad marcaron un antes y un después en el sector.
Su trayectoria histórica desde el Coliseo
Efectivamente, el ascensor es un invento moderno, pero la necesidad de instalar un aparato efectivo para subir y bajar cosas o personas viene de lejos. Su sofisticación dejaba mucho que desear, pero sus mecanismos estaban muy bien planteados para desempeñar su trabajo con efectividad.
Existe la referencia histórica de un elevador que fue añadido al Coliseo por orden del emperador romano Tito, en el año 80 después de Cristo. El elevador contaba con un sistema de cuerdas y poleas diseñado por el arquitecto Arquímedes para que fieras y gladiadores accedieran al escenario. Estos ascensores eran arcaicos pero contaban con un mecanismo de tracción similar al de la grúa actual.
Como ya hemos mencionado, el sistema del elevador no evolucionaría hasta el siglo XIX. Esto fue gracias a la creación de aparatos con transmisiones a tornillo y sistemas de frenado para garantizar la seguridad.
En aquel momento de la historia, el precio del suelo comenzó a aumentar considerablemente, de ahí que se aprovechara una misma parcela para crear edificios con más plantas. Además, el precio del acero había descendido, por lo que la idea era idear un aparato para cubrir las necesidades de subida y bajada, sin necesidad de utilizar escaleras.
Pero la historia sigue…
Los elevadores de vapor de la época se desplomaban con frecuencia y gracias al ingenio de Elisha Otis comenzaron a instalarse ascensores con freno. Y si el primer ascensor con estas características se implantó en 1857, el elevador hidráulico no comenzaría a producirse hasta 1874, dejando atrás el obsoleto mecanismo del ascensor de vapor.
Durante un tiempo, el sistema predominante en los edificios era el hidráulico, aunque tiempo atrás los ascensores eléctricos de engranajes ya habían hecho acto de presencia. Estos avanzaban de manera muy lenta y solo eran aptos para edificios con pocas plantas. Sin embargo, la supremacía de los hidráulicos llegó a su fin en 1904, cuando las primeras máquinas sin engranajes emergieron con fuerza.
Estos sistemas eran muy rápidos y podían instalarse en edificios de gran altura o rascacielos, siendo la revolución de la época. De hecho, siguieron en funcionamiento hasta mediados del siglo XX.
El primer ascensor moderno en España llegaría a Madrid tras su creación y popularización en Estados Unidos. De ese modo, su larga andadura comenzaría en la capital de España, trasladándose después al resto de ciudades españolas. Su rápida propagación fue clave para desarrollar una industria espectacular que aún le quedaba mucho por hacer.
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